El anonimato puede ser muy bueno para el arte. No hay nada
como la celebridad para que un artista se convierta en alguien que no es.
Banksy es uno de esos ejemplos de anonimato para preservar lo subversivo, lo
combativo, incluso lo ilegal del arte. Pintar en la calle en principio va
contra la ley, así como colocar tu obra clandestinamente en museos como el MoMA
o la Tate.
No se sabe a ciencia cierta quién es. Puede ser un artista o
un colectivo. Los rumores y leyendas urbanas sobre su identidad son utilizadas
por el propio artista. Se cree que es británico porque el grueso de su primera
obra se encuentra en las calles de Londres, pero hay trabajos de Banksy a lo
largo y ancho de todo el mundo, desde el muro de Cisjordania a Chiapas, Mexico.
Influenciado por Blak Le Rat, diversas corrientes
situacionistas y la cultura Pop en general, su trabajo es siempre una crítica
política, social y cultural a Occidente. Ya sea con spray, estarcidos con
plantillas, o esculturas e instalaciones, Banksysiempre se muestra irónico en
su trabajo, aunque peque de cierta vaguedad conceptual y poca profundidad
política. Además, son muchos los que critican ciertas contradicciones como
venderse al mercado que critica (Banksy se cotiza a precios millonarios) y
dejar la calle por las casas de subastas, convirtiendo el Street Art en un
producto más del capitalismo.
Es conocido ya por todos que en la historia del arte, los
poderes fácticos siempre acabaron absorbiendo lo subversivo para empaquetarlo y
venderlo, porque así, además de neutralizarlo, se consiguen beneficios. Ahí
están los ejemplos del Che Guevara o los Sex Pistols… Y también el de Banksy.